“Ministra de Igualdad va contra las terapias de conversión” no debería ser un titular de noticias. Pero en 2018, lo es. La mayor encuesta realizada a la comunidad LGBT del Reino Unido reveló que 2% de los participantes han sido sujetos a tales procesos y que a 5% se los han ofrecido. Reculando ante la idea de la ‘’violación correctiva’’ –una de las intervenciones de corrección más radicales– Penny Mordaunt, la ministra de Igualdad, comentó en el programa BBC Today: “Es absolutamente correcto que esta práctica aberrante se tenga que ir”.
Absolutamente correcto. Pero prohibir las terapias de conversión es confundir causa y efecto. Es simplemente una de las formas más extremas y obvias de homofobia. Es también una victoria fácil, como prohibir el uso de gatitos como balones de americano. La práctica aberrante que debe irse es la homofobia. Pero “Ministra reconoce la naturaleza insidiosa del prejuicio e intenta desarmar siglos de odio encarnado” no es tan buen titular.
Oculta en esta tan necesaria encuesta hay una realidad más sorprendente y deprimente: más de dos tercios de los participantes refieren evitar tomarse de la mano en público con una pareja del mismo sexo. Sorprendente que solo sean 2 tercios. Deprimente porque sí.
Me gustaría saber donde vive el tercio restante para vivir ahí. Yo vivo en Brighton. Cada persona queer realiza cálculos mentales de supervivencia cuando sale a la calle. La fórmula la aprendes a golpes. Aquí está: cuenta el número de personas alrededor tuyo, multiplícalo por el factor de riesgo basado en el número de hombres heterosexuales/playeras de fútbol/borrachos y luego considera que tan rápido puedes correr. Sólo entonces tómense de la mano. O no.
Algunos días y horas son más peligrosos que otros –fue un sábado por la noche cuando una pandilla de adolescentes me persiguió hasta la puerta de mi casa, a la que luego intentaron entrar por la fuerza–. Pero apenas era hora de ver Antiques Roadshow (programa británico) en domingo cuando mi esposo fue golpeado tan fuerte en la cabeza que voló sobre un auto estacionado.
Negarte a ti mismo un acto tan pequeño y cotidiano de amor todos los días se acumula en una vida de dolor. Es la muerte por mil cortadas que culpa a la víctima de buscar atención o hacer un llamado. Estar incansablemente calculando “¿Estaremos seguros?” te roba la energía, como una computadora chirriando lentamente en la búsqueda de un virus. El terapeuta de conversión vive en tu cabeza.
Ahora, la policía en toda Inglaterra se está preparando para un incremento en la violencia doméstica ligada a la participación del país en la Copa del Mundo. Un estudio realizado por la Universidad de Lancaster, publicado en la Revista de Investigación en Crimen y Delincuencia, reveló que la violencia doméstica incrementa 38% cuando Inglaterra pierde, y 26% cuando empata o gana. Algunas mujeres están echando porras por sus vidas. No hay aún investigación sobre la violencia homofóbica durante el torneo, pero puedes sentirla en las calles. Incidentes de odio fueron reportados por 40% de los participantes de la encuesta, y 90% de las ofensas más serias no son reportadas.
Theresa May ha dicho que nadie “debe tener que ocultar quien es”. Esta es la misma mujer que votó contra igualar la edad de consentimiento; que votó contra permitir a las parejas LGBT adoptar; y cuyo primer acto como secretaria doméstica en 2010 fue asegurarse que los cuerpos públicos no tengan que activamente buscar disminuir la desigualdad. Sí, desde aquél tiempo ha aprobado los matrimonios civiles y el matrimonio igualitario. Y sí, está haciendo los preparativos para otra recepción de arcoíris en Downing Street. Pero parece que se especializa más en crear ambientes hostiles y luego quejarse del resultado.
Prohibir las terapias de conversión es el primer punto en la lista de 75 puntos de Mordaunt. Es un paso bienvenido en la dirección correcta. Pero solamente 4.5 millones de libras se han dedicado al plan completo. Es el clásico pink-washing. Miren como prohibimos esta terrible práctica. Muestren agradecimiento. No se estén fijando en lo que hacemos y dejamos de hacer por los individuos LGBT día con día. Estoy harto de estar agradecido. Debemos vigilar tanto o más a los políticos como lo hacemos con los homofóbicos allá fuera. Son igual de peligrosos.
Un verdadero plan de acción atacaría la homofobia de raíz, en educación y salud. Haría que todos tuvieran acceso a medicamentos preventivos contra el VIH que – una pastilla al día, han salvado vidas y dinero y disminuido dramáticamente las infecciones por el virus. El gobierno escocés lo hizo mandato. No así Theresa May.
Amanda Spielman, la inspectora en jefe de escuelas de Inglaterra, dice que algunas escuelas religiosas están intencionalmente resistiéndose los valores británicos y la ley de igualdad. Si May está tan convencida del caso como dice estarlo, no tendría problema en secularizar todas las escuelas estatales. Cada alumno debería estar seguro en un sistema que de prioridad a lo racional sobre lo sobrenatural y al amor sobre el odio.
Pero cualquier plan así es imposible mientras el gobierno permanezca apoyado por el DUP, el único partido en Irlanda del Norte que se niega al matrimonio igualitario para todos.
Tomarse de las manos es un acto pequeño. No es esencial. En un mundo ideal, no tendrías que pensar en si lo notas o no. No es como si te fueran a matar por ello. ¿O sí?
Te recomendamos leer el Dossier Ecosig.
Texto publicado originalmente en The Guardian, escrito por Damian Barr.